El
Gobierno no da respiro. Impuestos a la herencia y la plusvalía. Detención de
una asambleísta esmeraldeña. Politización de la visita del Papa. Salida de
Rolando Panchana. Subida a la Gobernación del “tumba-casas” Julio César
Quiñónez. Reformas de la Asamblea a autonomías locales, al derecho procesal, al
Código Civil. Todo parece girar en una inagotable agenda de sucesos para
tenernos hablando, día tras día, semana tras semana, en torno al último
escándalo, el último debate, la última pirueta. Y mientras tanto, no nos dan
chance para discutir otras cosas de fondo. O para mantener en primera plana los
temas que mayor costo político le cobran al régimen.
“Si no puedes negar las malas noticias, inventa
otras que las distraigan”, enseñaba Goebbels. Y añadía: “Hay que emitir
constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el
adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa.”
Así habló el genio de la propaganda nazi. ¿Suena
familiar? Las mentes maestras de la Revolución Ciudadana llevan esta estrategia
a extremos cada vez más arriesgados, pero todavía exitosos. Eso ocurrió en el
último informe del 24 de Mayo, donde el presidente Correa mató cuatro pájaros
con dos tiros. Me explico.
El primer tiro fue la detención de la asambleísta
María Esperanza Galván, por tomarse el nombre del vicepresidente Glas en un
chanchullo de 800 mil dólares en Esmeraldas. La cifra suena a dinero de
bolsillo a lado de, por ejemplo, los 1.200 millones de dólares de sobreprecio
en las hidroeléctricas que denuncia
Plan V. Más allá de la farsa —que expliqué en mi
última columna—, el objetivo
es doble. Por un lado, se disimula combatir la corrupción. Por otro lado, se refuerza
el mensaje del poder absoluto: luego de apresar a una asambleísta electa,
militante del propio oficialismo, en medio informe a la nación, a nadie le
puede caber duda de quién manda en este país. Dos pájaros con el primer tiro.
El segundo disparo fue el anuncio de aumentar
impuestos. Toda una apuesta. Hasta entonces algunos de los temas más candentes,
que le han costado al Presidente un drástico golpe a su popularidad y
credibilidad —ni hablar de la Asamblea, que está por los suelos—, han sido las
salvaguardias, desfinanciar al seguro social, confiscar ahorros de más de 146
mil maestros y forzar una reforma a la Constitución a espaldas del pueblo para
perpetuarse en el poder. Todo eso pasó a segundo plano. En vez de hablar de los
múltiples atropellos contra la clase media y popular, casi todos se han volcado
a atacar —con mucha razón— un impuesto que es absurdo, pero cuyas víctimas son
fácilmente mostradas —aunque ello no sea tan cierto— como una minúscula parte
de la población. Así ya se encarga de recordarlo el Presidente a cada instante.
El tema no es inofensivo para el régimen: los
impuestos son una de las pocas cosas negativas que casi todo el mundo asocia
con Alianza País. Y es lógico que no sea inofensivo: de lo contrario, la oposición
no mordería el anzuelo. Pero no es lo suficientemente impopular. O, en todo
caso, es mucho menos dañino que tener a la mayoría hablando sobre los hospitales
públicos sin medicinas, los productos encarecidos en el mercado o las dos
terceras partes de trabajadores que viven en la informalidad.
Y es así como el segundo tiro de los impuestos
mata a otros dos pájaros. El primero es mantener a la oposición ocupada sobre
un tributo de mediano costo político. El segundo es manipular el impuesto a la
herencia para revivir su caricatura socialista de pobres contra ricos que
defienden sus millones. Una caricatura que es esencial para la Revolución
Ciudadana. Que estaba a punto de morir con el ataque a los trabajadores, a los
afiliados al seguro, a los desalojados en la Trinitaria y Monte Sinaí. Pero que
el régimen, con inteligencia goebbeliana y un empujoncito de la oposición, a
toda costa pretende reposicionar antes de jugarse, en el 2017, el futuro de su
proyecto autoritario. Ante ello, la alternativa de las fuerzas democráticas del
país no debe ser el silencio, sino un mensaje potente que, rechazando impuestos
excesivos, insista en desterrar los demás abusos contra nuestra clase media y
popular.
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