Pepe Mujica, presidente de Uruguay, ya
es célebre en América Latina por la sencillez de su discurso humano, frontal y,
sobre todo, coherente: vive en una chacra y dona el 90% de su sueldo. Hace poco
fue homenajeado en Guayaquil, al asumir la presidencia de la UNASUR, en un
evento protagonizado por un exabrupto del presidente Correa contra la
vicealcaldesa de Guayaquil.
Como era de esperarse, todos aprovecharon
la oportunidad para alabar al sabio uruguayo. Pero vale la pena contrastar las reflexiones
de este Quijote del sur con la conducta real de políticos ecuatorianos que tanto
dicen coincidir con él.
A quienes piensan que siempre tienen la
razón y que su criterio se impone por encima de todos los demás, Mujica confiesa:
“Quizás esté equivocado, porque yo me equivoco mucho.”
A quienes necesitan aviones, edificios
y séquitos para gobernar, Mujica dice: “Preciso poco para vivir.” Mujica
usualmente viaja en clase turista o comparte el avión de otros presidentes en
eventos regionales.
A quienes se quejan porque el mundo les
falla, Mujica replica: “Lo inevitable no se lloriquea. Lo inevitable hay que
enfrentarlo.”
A quienes pretenden abruptos cambios
sociales, Mujica enseña: “Por el camino largo el viaje es más corto.”
A quienes buscan destruir a sus contrincantes, Mujica sentencia:
“una izquierda que quiera ser democrática… tiene que acostumbrarse a vivir con
la oposición.”
A quienes permiten círculos de
corrupción y roscas empresariales, Mujica advierte: "A los que les
gusta mucho la plata hay que correrlos de la política… son un peligro”, porque
“no puede ser la política el mundo de los empresarios”. Aunque se digan de
izquierda.
A un Ecuador que hoy ocupa el antepenúltimo lugar en
percepción de corrupción de Sudamérica según Transparencia Internacional,
Mujica exhorta: “Hay que gritar fuerte en el mundo: no a la corrupción”.
A quienes buscan la reelección
indefinida, Mujica la califica como “monárquica”. Él sostiene que el
“presidente no es un rey, no es un dios, no es el brujo de la tribu que las
sabe todas. Es un funcionario y como tal debe irse y ser sustituido”. Al final
del día, “los líderes electos tienen que tomarse un respiro”, porque “los mejores luchadores no son los que hacen
más sino aquellos que son capaces de dejar a alguien que lo suplante.”
Y
a quienes persisten en trabajar, día a día, por el sueño de una auténtica
democracia, donde la justicia sea tan imprescindible como la libertad, Mujica
los alienta: “Los únicos derrotados son los que dejan de luchar”.