martes, 30 de junio de 2015

Amor


Por Günter Grass


Es esto:
Transacciones sin efectivo.
La manta siempre un poco corta.
El contacto flojo.

Buscar más allá del horizonte.
Rozar con cuatro zapatos las hojas muertas
y frotar mentalmente pies desnudos.
Arrendar y tomar en arriendo corazones;
o en la habitación con ducha y espejo,
en un coche alquilado, con el capó hacia la luna,
dondequiera que la inocencia se baja
y quema su programa,
suena la palabra en falsete,
cada vez diferente y nueva.

Hoy, ante la taquilla aún cerrada,
susurran, de la mano,
el avergonzado viejo y la vieja delicada.
La película prometía amor.


Versión de Miguel Sáenz

lunes, 29 de junio de 2015

El ricote erudito



Por Tomás de Iriarte (siglo XVIII)




Hubo un rico en Madrid (y aun dicen que era
más necio que rico),
cuya casa magnífica adornaban
muebles exquisitos.

«¡Lástima que en vivienda tan preciosa»,
le dijo un amigo,
«falte una librería!, bello adorno,
útil y preciso.»
«Cierto», responde el otro. «Que esa idea
no me haya ocurrido!...
A tiempo estamos. El salón del Norte
a este fin destino.
Que venga el ebanista y haga estantes
capaces, pulidos, a toda costa. 
Luego trataremos
de comprar los libros.

Ya tenernos estantes. Pues, ahora»,
el buen hombre dijo,
«¡echarme yo a buscar doce mil tomos!
¡No es mal ejercicio!
Perderé la chaveta, saldrán caros,
y es obra de un siglo...
Pero ¿no era mejor ponerlos todos
de cartón fingidos?
Ya se ve: ¿por qué no? Para estos casos
tengo yo un pintorcillo
que escriba buenos rótulos e imite
pasta y pergamino.
Manos a la labor.» 

Libros curiosos
modernos y antiguos
mandó pintar, y a más de los impresos,
varios manuscritos.
El bendito señor repasó tanto
sus tomos postizos
que, aprendiendo los rótulos de muchos,
se creyó erudito.

Pues ¿qué mas quieren los que sólo estudian
títulos de libros,
si con fingirlos de cartón pintado
les sirven lo mismo?

viernes, 26 de junio de 2015

El sordo de Carondelet



Ya somos cientos de miles los ecuatorianos que hemos quemado suela en las calles para protestar contra el modelo correísta de la Revolución Ciudadana. Un modelo con dos frentes. El primero es político: la Revolución correísta ha instaurado un régimen autoritario —que Montalvo habría bautizado como la Propaganda Perpetua— donde el caudillo controla todos los poderes, persigue a los medios y aplasta las libertades civiles. El segundo frente es económico: luego de ganarse la lotería con la mayor bonanza petrolera de la historia y llevarnos al  mayor récord de deuda pública también de la historia (más de 32 mil millones de dólares), la Revolución correísta se ha quedado chira y hoy raspa la olla contra el pueblo para mantener una burocracia faraónica y un gasto público exorbitante. En otras palabras: tuvieron más plata que nunca, nos endeudaron más que nunca, pero aun así no les alcanza. No debería sorprenderles que el pueblo esté cabreado.

Lo insólito es que, pese a lo masivo de las protestas, el sordo de Carondelet no se da por enterado. (Ni hablar de los sumisos asambleístas...) Las respuestas del poder son volátiles. A veces dice que se trata de unos cuantos pelucones, un grupúsculo, el 2% de la población. Otras veces afirma que son muchos pobres manipulados por un puñado de políticos. ¿Es el 2% en la calle o el 98% manipulado por el 2%? Ya nadie entiende nada. Y el colmo de la osadía: el presidente llegó a afirmar que las protestas se deben a la publicidad millonaria de la oposición. Lo dijo él mismo, que ha revolucionado —eso sí— la propaganda estatal gastando cientos de millones de dólares en cadenas infinitas, sabatinas interminables y el imperio mediático más grande del país.

Ahora bien, más allá de que la tesis del Presidente es insultante —si la mayoría protesta por manipulación, ¿entonces Rafael sugiere que el pueblo es imbécil?—, lo cierto es que las encuestas revelan que más del 70% del país está en contra de aumentar los impuestos a la herencia y plusvalía, que son la cereza del pastel en una sistemática metida de mano, cada vez más profunda, al bolsillo ciudadano. No se puede tapar el sol con un dedo: el pueblo ha decidido despertar antes de que lo verde se vuelva maduro y Ecuador caiga en el abismo venezolano.

Frente a ello el Presidente solo tiene dos opciones. La primera es continuar por el mismo camino que ha encendido la llama del clamor popular: invitar al diálogo mientras insulta a quienes discrepan, seguir defendiendo la necesidad de impuestos confiscatorios, insistir en el discurso fratricida de lucha de clases. La segunda es lavarse bien los oídos y escuchar la voz del pueblo: abrir un diálogo auténtico y sin condiciones, rectificar su política económica, reducir el gasto público, tender la mano al sector privado y respetar la diversidad democrática.

La pelota está en la cancha de Carondelet y la suerte del correísmo hoy depende de su propia arrogancia. Pero sea cual sea la decisión del caudillo, hay un hecho que ya no pueden controlar: el pueblo no come cuento y les perdió el miedo. El diálogo ahora es en la calle. Y no tiene marcha atrás.


Twitter: @hectoryepezm



martes, 16 de junio de 2015

Cuidado se queman


El pueblo perdió la paciencia: el pretendido aumento de los impuestos a la herencia y a la plusvalía, temporalmente aplazado por un Presidente arrinconado ante la presión ciudadana, es solo la gota que derramó el vaso de la paciencia popular. La gente se ha volcado a las calles en varias ciudades del país, por su rechazo a pagar más impuestos que amenazan el esfuerzo de las familias. Pero esta solo ha sido la chispa que encendió una larga mecha, tejida con insistentes metidas de mano al bolsillo de los ecuatorianos: quitaron el 40% al seguro social en perjuicio de los jubilados, quitaron los ahorros a más de 146 mil maestros, quitaron beneficios salariales a funcionarios públicos en Galápagos, quitaron las utilidades a los empleados de las telefónicas, quitaron la atención de salud a amas de casa obligadas a afiliarse al IESS. Y una larga lista de etcéteras.

La indignación masiva empeora cuando el atropello a todas las clases sociales del país lo comete el gobierno que más plata ha recibido por la bonanza petrolera y, al mismo tiempo, el que más nos ha endeudado en toda la historia nacional: en mayo de 2015 la deuda pública alcanzó el récord de 32 447 millones de dólares, más del doble de los 13 872 millones a que llegaba a final del 2007, todo según cifras oficiales.

La realidad es testaruda: el dinero se acabó y, con él, se acabó la Revolución. La fiebre en la calle y la inocultable chirez del régimen advierten el principio del fin de un modelo económico y político que resulta insostenible. Y luego de la farra petrolera, en vez de rectificar —apoyando al sector privado y abriendo las puertas del diálogo—, una Revolución con chuchaqui hoy se vira contra el pueblo para sacarle más plata por todos los frentes que uno pueda imaginar. Es decir, a una crisis fiscal y política, el Presidente pretende añadirle una crisis social. La solución es tan suicida que solo se explica por la arrogante ceguera del poder.

Ante ello, la prioridad es pensar en el futuro del país. Lo ideal es que Rafael Correa corrija lo que pueda, haga las maletas y se vaya el 2017. O, en su defecto, ya que desafía ahora con consultas populares, convoque a aquella que casi todo el Ecuador espera: la consulta sobre la reelección indefinida. Hasta entonces, la sociedad merece un urgente giro económico: en vez de meter mano al bolsillo de los ciudadanos para engordar a un Estado obeso, la Revolución debe ponerse a dieta y Rafael debe amarrarse la correa. Es absurdo justificar más impuestos con la muletilla de la redistribución mientras el gobierno derrocha la plata en sabatinas, en un imperio mediático de propaganda, en una burocracia faraónica y en el yoga de Freddy Ehlers. Qué paradoja: mientras la gente protestaba por la subida frustrada de impuestos, el presidente Correa viajaba con 41 personas a Europa, tuiteros incluidos. La Revolución debe recuperar la vergüenza, escuchar el clamor ciudadano y rectificar. De lo contrario, el llamado de Rafael a un debate de oídos sordos puede equivaler a jugar con el fuego popular. Un juego donde puede salir quemado. Aún están a tiempo de evitarlo.

Twitter: @hectoryepezm


lunes, 8 de junio de 2015

No dan chance



El Gobierno no da respiro. Impuestos a la herencia y la plusvalía. Detención de una asambleísta esmeraldeña. Politización de la visita del Papa. Salida de Rolando Panchana. Subida a la Gobernación del “tumba-casas” Julio César Quiñónez. Reformas de la Asamblea a autonomías locales, al derecho procesal, al Código Civil. Todo parece girar en una inagotable agenda de sucesos para tenernos hablando, día tras día, semana tras semana, en torno al último escándalo, el último debate, la última pirueta. Y mientras tanto, no nos dan chance para discutir otras cosas de fondo. O para mantener en primera plana los temas que mayor costo político le cobran al régimen.

“Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”, enseñaba Goebbels. Y añadía: “Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa.”

Así habló el genio de la propaganda nazi. ¿Suena familiar? Las mentes maestras de la Revolución Ciudadana llevan esta estrategia a extremos cada vez más arriesgados, pero todavía exitosos. Eso ocurrió en el último informe del 24 de Mayo, donde el presidente Correa mató cuatro pájaros con dos tiros. Me explico.

El primer tiro fue la detención de la asambleísta María Esperanza Galván, por tomarse el nombre del vicepresidente Glas en un chanchullo de 800 mil dólares en Esmeraldas. La cifra suena a dinero de bolsillo a lado de, por ejemplo, los 1.200 millones de dólares de sobreprecio en las hidroeléctricas que denuncia Plan V. Más allá de la farsa —que expliqué en mi última columna—, el objetivo es doble. Por un lado, se disimula combatir la corrupción. Por otro lado, se refuerza el mensaje del poder absoluto: luego de apresar a una asambleísta electa, militante del propio oficialismo, en medio informe a la nación, a nadie le puede caber duda de quién manda en este país. Dos pájaros con el primer tiro.

El segundo disparo fue el anuncio de aumentar impuestos. Toda una apuesta. Hasta entonces algunos de los temas más candentes, que le han costado al Presidente un drástico golpe a su popularidad y credibilidad —ni hablar de la Asamblea, que está por los suelos—, han sido las salvaguardias, desfinanciar al seguro social, confiscar ahorros de más de 146 mil maestros y forzar una reforma a la Constitución a espaldas del pueblo para perpetuarse en el poder. Todo eso pasó a segundo plano. En vez de hablar de los múltiples atropellos contra la clase media y popular, casi todos se han volcado a atacar —con mucha razón— un impuesto que es absurdo, pero cuyas víctimas son fácilmente mostradas —aunque ello no sea tan cierto— como una minúscula parte de la población. Así ya se encarga de recordarlo el Presidente a cada instante.

El tema no es inofensivo para el régimen: los impuestos son una de las pocas cosas negativas que casi todo el mundo asocia con Alianza País. Y es lógico que no sea inofensivo: de lo contrario, la oposición no mordería el anzuelo. Pero no es lo suficientemente impopular. O, en todo caso, es mucho menos dañino que tener a la mayoría hablando sobre los hospitales públicos sin medicinas, los productos encarecidos en el mercado o las dos terceras partes de trabajadores que viven en la informalidad.

Y es así como el segundo tiro de los impuestos mata a otros dos pájaros. El primero es mantener a la oposición ocupada sobre un tributo de mediano costo político. El segundo es manipular el impuesto a la herencia para revivir su caricatura socialista de pobres contra ricos que defienden sus millones. Una caricatura que es esencial para la Revolución Ciudadana. Que estaba a punto de morir con el ataque a los trabajadores, a los afiliados al seguro, a los desalojados en la Trinitaria y Monte Sinaí. Pero que el régimen, con inteligencia goebbeliana y un empujoncito de la oposición, a toda costa pretende reposicionar antes de jugarse, en el 2017, el futuro de su proyecto autoritario. Ante ello, la alternativa de las fuerzas democráticas del país no debe ser el silencio, sino un mensaje potente que, rechazando impuestos excesivos, insista en desterrar los demás abusos contra nuestra clase media y popular.